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Plaza de la Libertad
Plaza de la Libertad.
La plaza de la Libertad es el nombre que recibe la confluencia de las calles Camilo José Cela, Emilio Luque, Averroes, Miguel Servet, Adolfo Darhán y Paz y Esperanza. Sin embargo, pocos son los que la llaman así, pues la libertad popular, que otorga la idiosincrasia de cambiar el nombre a los sitios, ha hecho que a este espacio se le denomine “Parquesito de Ovalle”.
Esto es, porque hasta la entrada del nuevo milenio aquí se encontraba el conocido almacén de Frutas Ovalle. La formación de este espacio se inició a partir de la década de 1970, en torno a las viviendas circundantes, dejando una parcela triangular en su interior flanqueada por árboles y un parterre central donde se alza un monolito en granito con una placa en homenaje a aquellos que lucharon por la libertad.
A pesar de no ser el lugar más atractivo arquitectónicamente de Fernán Núñez, es el más frecuentado: en la mañana por niños y adolescentes que acuden a los centros educativos próximos; durante el día, por la tercera edad; y por la noche, sobre todo en fin de semana, por la juventud que toma como cita de referencia esta zona para acudir a los sitios de ocio cercanos.
(Texto: F.M.E.J.)
Plaza de Doña Juanita
Plaza de Doña Juanita
La plaza Doña Juanita se encuentra entre las calles San Marcos, José López Ugart y Federico García Lorca, justo entre el colegio Álvaro Cecilia Moreno y el solar que ocupó, antiguamente, el «Teatro Ulia».
Este espacio forma parte del ensanchamiento de la propia calle Federico García Lorca y se correspondía con la continuación del pósito municipal (posterior teatro) y parte de los corrales de las viviendas de la calle San Marcos.
En agosto de 2007 el conocido cantante Emilio José desveló la placa que renombraba este lugar como “Doña Juanita”, su madre, que fue antigua maestra del cercano colegio. Curiosamente, una década antes el mismo artista inauguró la calle anexa como José López Ugart, su padre, que también fue maestro de la localidad.
Plaza de Armas
Plaza de Armas
La denominada «Plaza de Armas» es un lugar emblemático de la villa: no solo ha sido su núcleo, sino también su origen. Aunque tradicionalmente se ha pensado que fue el patio de armas del antiguo castillo, su formación se debió a las construcciones populares que se dispusieron en torno a la primitiva torre de Fernán Núñez.
El actual recinto se creó a partir de finales del siglo XVII. En este conjunto comienza la Ilustración, pues con Francisco de los Ríos o El Hombre Practico se inició la idea de transformar una aldea con castillo en una ciudad con palacio. Para ello, el tercer conde empezó con la compra de algunas de las viviendas que circundaban su residencia y estableció una primera fuente ornamental, seguramente diseñada por José Granados de la Barrera, arquitecto de la catedral de Granada, que permaneció hasta finales del siglo XVIII.
Su nieto, el VI conde, continuaría adquiriendo más inmuebles, consiguiendo aunar en su propiedad tres de los flancos de la plaza. De este modo, pudo iniciar la transformación neoclásica del conjunto creando un microuniverso en el que se entrelazarían, frente por frente, religión y educación (con la capilla y la escuela) y el ocio y el negocio (con la administración del mayorazgo en el palacio, las caballerizas y el mesón). Con esta idea, proyectó un lugar central para la exhibición del poder en el que emplearía sus mejores dotes como arquitecto, estableciendo la que sería una de las primeras ordenaciones urbanas de España. Con el mismo fin, redirigió la actual calle de la Feria hacia la entrada principal para dotar de mayor protagonismo a su palacio. Igualmente, se llevaron a cabo una serie de correcciones ópticas que otorgaron mayor armonía al conjunto y se estableció una nueva portada monumental y una decoración en la que destacaba la bicromía blanco-rosa. Así́, Carlos José Gutiérrez de los Ríos introdujo en Córdoba el neoclasicismo en arquitectura y creó, lo que podemos denominar, el «estilo Fernán Núñez».
En su realización hubo un organizado equipo de obreros. El sector de albañilería fue liderado por los maestros Francisco Joseph de Luna y Bartolomé Pintor, mientras que Juan de Torres y Antonio Uceda harían lo propio en carpintería. Del mismo modo, destacó la cantería, siendo el maestro ecijano Francisco Blázquez el más notorio.
Tuvieron a su disposición un voluminoso grupo de obreros que en muchas ocasiones ofrecían su mano de obra voluntaria a cambio de préstamos para las mejoras de sus hogares, una estudiada medida dentro de los planes de prevención de la mendicidad establecidos en el señorío. Estas reformas urbanas también fueron posibles gracias a la posesión de la cantera y hornos de ladrillo y teja locales.
Dichas obras se extendieron desde 1783 hasta 1792, siendo las Casas Consistoriales el ultimo inmueble en adaptarse al estilo cortesano gracias al patrocinio del mayorazgo.
Esta configuración permaneció prácticamente hasta 1866. Con la llegada del ferrocarril se hizo necesario, para dotar de mayor fluidez a la circulación urbana, la eliminación de la antigua pared que separaba el conjunto palatino y el ayuntamiento. Diez años más tarde se enfoscaron completamente todas las paredes y se dispuso un nuevo alumbrado. Es en este momento, por deformación y malinterpretación del color, cuando se otorgaría la actual bicromía blanco-bermellón.
La plaza era un lugar de concurrencia, el núcleo de la vida local, donde también se vendían los productos de las huertas y otras propiedades de la casa nobiliaria, a la vez que se celebraban distintos actos lúdicos. Sin embargo, su carácter privado y el ascenso en popularidad del paseo del Triunfo de Santa Marina hicieron que paulatinamente perdiera protagonismo. Estos motivos pudieron hacer que en la segunda mitad del siglo XX se quisiera colmar su soledad con un jardín. El proyecto, con el beneplácito de la Casa ducal, se inició en 1958, construyéndose entre 1960 a 1965 y dándole un nuevo nombre: la plaza de los «Alféreces Provisionales».
Este jardín permanecería hasta 1986. Con la cesión de la plaza y el palacio en 1983 al Ayuntamiento no solo se planteó su disolución, por desvirtuar su configuración original, sino que ya desde 1979, con la llegada de la democracia, se había cambiado su nomenclatura denominándose como plaza de «Armas». No obstante, nunca tuvo tal función, siendo desde su origen la plaza del castillo para evolucionar, al compás del edificio principal, hacia la plaza del palacio.
(Texto: F.M.E.J.)
Parque Bartolomé Almenara
Parque Bartolomé Almenara
Este parque, como su propio nombre indica, está dedicado al poeta local Bartolomé Almenara. Se encuentra en la parte alta de la localidad, justo en la confluencia de las calles Dolores Ibárruri, Donantes de Sangre, Conchita Gómez Crespo y Luisa Vargas.
Se trata de un lugar de esparcimiento de planta rectangular, inaugurado en el cambio del nuevo milenio, donde se combinan vegetación, espacios de recreo y un pequeño helipuerto para las emergencias del cercano Centro de Salud.
El elemento más significativo es un parterre circular, antes fuente, con un monolito central compuesto de un medio fuste o columna estriada, en una de cuyas caras se desarrolla un texto del conocido poeta de Fernán Núñez.
Parque 28 de Febrero
Parque 28 de febrero
El Parque «28 de Febrero» es un recinto de reciente construcción, desarrollado en la primera década del nuevo milenio. Se encuentra entre las calles de San Sebastián y Huertezuela, justo en el acceso principal del nuevo espacio escénico de la localidad.
Se trata de un lugar de recreo dedicado a la fecha en la que los andaluces pudieron votar, por primera vez, su Estatuto de Autonomía en 1980.
(Texto: F.M.E.J.)
Parque de Doña Rosalina
Parque de Doña Rosalina
Este parque, inaugurado en el cambio de siglo, da nombre a su benefactora, doña Rosalina Uribarri Madariagas, que lo cedió al municipio para disfrute y uso de la ciudadanía.
Se encuentra en una hondonada a la entrada de la villa, por el acceso de la carretera que viene de Córdoba. Su riqueza en aguas fue el principio de una próspera industria cerámica a principios del siglo XX. Perdida su función, el recinto quedó en desuso, hasta que a finales del siglo los descendientes de doña Rosalina lo donaron a la villa. Es el momento en el que el Ayuntamiento lo transformó en el espacio verde actual, que supone un respiro y pulmón urbano, a la vez que da la bienvenida al pueblo.
(Texto: F.M.E.J.)