2. Ulía.
Antes de la llegada de los romanos a la Península Ibérica tenemos -como testimonio de la remota presencia íbera dentro de nuestro municipio y en sus inmediaciones- monumentos megalíticos como el dolmen del cortijo de Sileras (con signos misteriosos grabados en las caras de las grandes piedras), esculturas animalísticas como los leones ibéricos que se encontraron en el pago de Zorreras o en el cortijo llamado El Grifo, fuertes construcciones en forma de habitaciones circulares en el cortijo de La Pililla, además de diversos utensilios líticos y cerámicos.
Expulsados los cartagineses de nuestras comarcas y sitiada Astapa por el general Lucio Marcio, las campiñas del Betis comenzaron a ser tomadas en consideración por Roma al revelarse como insustituibles abastecedoras de las legiones, pensando en la conveniencia y necesidad de aprovecharse de sus inagotables recursos. Con este propósito se repoblaron algunos lugares y se fundaron otros nuevos, lo que parece dio origen al resurgimiento de Ulía. Muchos investigadores parecen coincidir en atribuir a la Ulía romana una antigüedad de alrededor de los doscientos años anterior al nacimiento de Jesucristo.
Ulía, apoyada en su potente fortaleza, se convirtió en uno de los puntos más importantes del centro de la Bética. El gran relieve que alcanzó queda probado en la circunstancia de que acuñó moneda, privilegio vedado a los pequeños lugares. Será en Ulía donde el pretor Casio Longino será sitiado por Marco Marcelo, sobrino del famoso Claudio que engrandeciera Córdoba. También será el escenario en la guerra civil entre César y Pompeyo. Ulía, que había jurado fidelidad a César, se negó a entregar la ciudad a los partidarios de su rival. Fue cercada, y resistió hasta la llegada de las tropas de Julio César, comandadas por Junio Pacieco, que obligó a levantar el cerco a Marco Marcelo y a emprender hacia Córdoba una retirada precipitada y desordenada.
Una medalla aparecida en el paraje de las Estacadas, con la efigie de César y la inscripción “ULIA MADRE AUGUSTA”, creo que es la prueba más elocuente del importante papel que desempeñaron nuestros lugares en aquellas guerras.
Muchos son los vestigios romanos que rodean a nuestra villa. Dentro de la actual población tenemos los restos de una notable fortificación, representados por el torreón macizo que sostiene la menor de las torres del palacio ducal, la conducción romana que llevaba el agua a dicho lugar, reductos de la guerra civil, como importantes restos de murallas (en la cuesta de las Huertas, en la carretera que conduce a la estación y en el pago conocido por fuente del Olivo), varios proyectiles en Las Lomas de Valdeconejos y un bastión de forma cuadrangular en el paraje conocido por Hazas de la Villa.
En los diferentes villares que rodean a Fernán Núñez se han encontrado piezas diversas, tales como capiteles y volutas, basas de columnas, trozos de fuste, bajorrelieves de diversas clases, ánforas, monedas, fragmentos decorativos, bronces, losas decoradas con diferentes motivos, piezas de ladrillo, muchas monedas romanas, curiosas colecciones de botones metálicos, abundancia de restos de cerámica, medallones de plata y estatuas de mármol blanco.
Son, sin embargo, los mosaicos los que más contribuyeron a que el nombre de esta Villa comenzase a ser tenido en cuenta en los medios culturales del país. Comenzaron estos a aparecer en las Hazas de la villa y en el pago de Valdeconejos al iniciar excavaciones el eminente investigador local el doctor Bartolomé Jurado Moreno. Desgraciadamente, se produjo un expolio y todos ellos fueron a parar a manos privadas, con la excepción de uno que representa la escena del rapto de Europa por Júpiter, que puede contemplarse actualmente en el Museo Arqueológico Nacional.
Texto extraído de Historia de la villa de Fernán Núñez de Francisco Crespín Cuesta, Cronista Oficial de la villa de Fernán Núñez.