Ermita de San Sebastián

La ermita de San Sebastián se encuentra enclavada en el Cementerio Municipal. Su origen es anterior a este último, pero su evolución ha estado vinculado al culto a los difuntos. Ya en 1680, durante una epidemia, se produjeron enterramientos en torno al primitivo templo.

Posteriormente, una nueva epidemia en 1785 asoló la población y, no teniendo capacidad suficiente la iglesia de Santa Marina, se improvisaron los enterramientos en torno a la antigua ermita.

Casualmente, en 1786 tuvo lugar el naufragio del San Pedro de Alcántara frente a la costa de Lisboa, tras haber participado en la guerra de la independencia de EE.UU. y hacer escala en Lima. Gracias a la gestión del VI conde de Fernán Núñez, Carlos José Gutiérrez de los Ríos, se consiguió el rescate del navío. Su propietario, el Comercio y Consulado de Cádiz, le otorgaría 120.000 reales en agradecimiento.

Sin embargo, Carlos José, para descargo de su conciencia, decidió destinar el regalo a la construcción del cementerio en el terreno más elevado de su villa, junto a la referida ermita. A ello se unió la Real Cédula que en abril de 1787 aprobó Carlos III para la desaparición de los cementerios urbanos, colocándose la primera piedra de su construcción un 7 de mayo de 1787.

El diseño original corrió a cargo del propio conde, de corte neoclásico, con doble cúpula para capilla y cripta familiar y una portada principal con frontón triangular en el que mandó colocar la frase «Descansan con los suyos». Sin embargo, de este proyecto sólo se realizaría dicha portada y el primer patio, no ejecutándose el resto. Se trataría, pues, del primer cementerio de la arquitectura funeraria contemporánea española.

Más adelante, el camposanto quedaría prácticamente abandonado. En 1857 el deterioro era tal que los restos de cadáveres estaban descubiertos y revueltos entre las ruinas. La corporación municipal dispuso que se abriese un camino hasta la puerta del cementerio, con cipreses a ambos lados, así como la reparación de la capilla de San Sebastián y la construcción de bovedillas para inhumación de cadáveres.

En 1859 el duque consorte cedió la propiedad al ayuntamiento con la condición de que se reservase el sitio preferente que sus antecesores habían marcado para panteón. Este espacio está marcado por 4 pilonas que aún han conservado las siglas «FN».

En 1860 se asentó definitivamente el camposanto en ese lugar, quedando la ermita ubicada a la entrada del mismo.

Actualmente, se encuentra custodiada por un imponente Cristo crucificado, obra de Juan Polo Velasco, instalado en 1999 en el espacio delimitado para la Casa ducal.

(Texto: F.M.E.J.)